Los hechos se remontan a noviembre de 1996, cuando la niña se quedó a dormir en casa de sus abuelos y, como tenía miedo de uno de los perros que había en la casa, se decidió que durmiera con el ahora condenado, mientras que la abuela lo hacía en una habitación próxima.

Según la sentencia, "el acusado, guiado de un ánimo lidibinoso, pidióla menor que le cogiera su pene y quitándole el pijama a la menor, le tocaba en sus partes íntimas de forma constante y repetida". Añade el fallo que "la menor le decía que la dejase en paz, que la molestaba, manifestándole el procesado que 'no dijera nada a nadie pues si lo hacía se podía liar una gorda'".

El Supremo considera que no hay prueba de que los abusos se produjeran en cuatro ocasiones, como estima el fallo recurrido de la Audiencia Provincial de Cáceres, ya que sólo está demostrado que laniña durmiera una vez con su abuelo.

El Alto Tribunal rechaza la alegación del condenado en el sentido de que no se puede dar ninguna credibilidad al testimonio de una niña de ocho años, prestado ante una psicóloga infantil, que fue la que lo relató a los jueces.