La sentencia judicial establece que la mujer, una profesora, hería la sensibilidad y la dignidad de su marido con los continuos comentarios con los que ponía en evidencia su falta de culura, incluso estando en presencia de amigos y parientes.

El Supremo italiano asumió los argumentos del ofendido marido, un hombre sin estudios y con poco bagaje cultural respecto a la consorte, y estimó que las mortificaciones que sufrió el esposo tuvieron "eficacia causal en la determinación de la crisis conyugal".