En abril de 1999, el proceado entró en la vivienda de una de sus empleadas, Josefa C.A., con una copia no autorizada de la llave. En el interior de la vivienda se encontraba la hija, Paula N.C., a la que el condenado, que portaba un cuchillo, ató los brazos y las piernas, violó y obligó a que le realizara una felación.

Para ampliar la condena, el Supremo ha estimado dos de los motivos esgrimidos por el Ministerio Fiscal y por la acusación particular. Al contrario que la Audiencia Provincial de Pontevedra, los magistrados del Spremo consideran que el uso que el procesado hizo del cuchillo supone una circunstancia agravante.

"El arma blanca fue utilizada a lo largo del episodio en sus diversas fases, estando presente en todo momento hasta el punto de presentarse como un protagonista principal del suceso, y no precisamente de manera pasiva, lejana o subliminal, sino de un modo agresivo, cercano, inmediato al cuerpo de la víctima, sobre la que permanentemente se cernía su activa y amenazante presencia", recalcan los jueces.

Además, el hecho de que el procesado llevara el rostro totalmente cubierto con una media de color negro supone, para los magistrados del Alto Tribunal, agravante de disfraz, puesto que tiene como propósito evitar la identificación para eludir las propias responsabilidades.