A principios del año 1987 la tasa de temporalidad se situó en el 15% y se fue elevando hasta 1996, cuando se invirtió la tendencia. En 1997, año en que se pactó la reformalaboral entre sindicatos y patronal, la tasa estaba en el 33,7%. En 1998 se rebajó en un 0,4%, en 1999 se mantuvo estable y en el tercer trimestre de 2000 se ha situado en el 32,3%.

No obstante, este dato está muy lejos de los índices de temporalidad del resto de los países de la Unión Europea, ya que la tasa de trabajadores con contrato temporal en Bélgica está en el 10,3% de la población activa, en Alemania en el 13,1%, en Francia en el 14%, en Italia en el 7,8%, en Portugal en el 18,6%, en Suecia e el 13,9% y en el Reino Unido en el 6,8%, entre otros.

Precisamente la forma de rebajar la temporalidad en el mercado laboral español supone el punto de desencuentro en la negociación del diálogo social que, actualmente, se encuentra bloqueada porque los sindicatos consideran que para frenar la temporalidad hay que penalizar los contratos temporales, mientras que los empresarios consideran que se debe rebajar el coste de los contratos indefinidos.