Desde "Qué fatalidad, qué fatalidad, la madre de Felipe no quiso votar" hasta "Este Gobierno es una casa putas", las consignas manifestaban bien a las claras la desesperación de estas famiias por no disponer de sus viviendas después de varios años.

Al comienzo de la marcha, sobre las 11,15 horas, se sumaron a los congregados unos 15 vehículos de seguidores de la Agrupación Electoral Ruiz-Mateos, vestidos de amarillo y con caretas de Felipe González, pero acabaron alejándose de la manifestación poco después.

Los asistentes pertenecían mayoritariamente a las 14 promociones madrileñas de PSV: Azuveva-Valdebernardo, Madrid Sur, Rivas, CAAP 18.000, El Espinillo, Tres Cantos, San Sebastán de los Reyes, Alcobendas, Pavones, Orcasitas, Arroyo del Fresno, San Fermín, Navalcarnero y Barajas. Pero también había grupos venidos de Zaragoza, Burgos, Bilbao, Valencia y Segovia.

Los manifestantes tuvieron que ocupar el lateral izquierdo de la Castellana en sentido de bajada desde la plaza de Castilla, de donde salió la marcha, tras haber modificado el delegado del Gobierno en Madrid, Arsenio Lope Huerta, la autorización inicial, que indicaba el lateral contrario, porque entonces los airados coperativistas hubieran tocado prácticamente con sus manos las paredes del Palacio de Exposiciones y Congresos.

Hacia las 12 del mediodía se produjeron algunos momentos de especial tensión, al sentirse los congregados férreamente controlados por las fuerzas del CNP. Los cooperativistas, acompañados de niños y perros en muchos casos, insultaban y pitaban constantemente a los agentes, a los que también dirigían consignas como "Esos de azulón, ¿de qué bando son?" y otras más fuertes.

Pero la policía o se inmutó, ni siquiera cuando al llegar a la plaza de Lima, frente al congreso socialista, los portavoces de los manifestantes solicitaron más espacio, hacia la calzada central de la Castellana. Los agentes no se movieron.

A las 13,15 horas, tras una alocución a los presentes, se dio por concluída la protesta. Pero los últimos manifestantes tardaron más de media hora en abandonar el lugar, ante la paciente mirada de los antidisturbios.