Su propuesta trata de aprovechar las fortalezas de las grandes empresas, más que quejarse de los efectos que conllevan su actuación en los países en desarrollo. Así, por ejemplo Nestle podría impulsar una empresa del sector lacteo, en la que Cemex aportaría lo necesario para las cubiertas y paredes de los edificios, y Ericcson se encargaría de las telecomunicaciones.

En su libro, Lodge afirma que gran parte de la ayuda a los países en desarrollo, unos 2,5 trillones de dólares desde la segunda guerra mundial, se ha desperdiciado y asegura que este dinero ha ido a parar a unos gobiernos que no han sabido o no han querido luchar contra la pobreza.

La dinámica de trabajo estaría basada en escoger un país por parte de la agencia, e identificar un proyecto que tuviera el máximo efecto para la lucha contra la pobreza, que además pudiera tener beneficios y que por supuesto fuera sostenible.

La legitimación de estos proyectos vendría dada por la supervisión y control de los mismos por parte de las organizaciones no gubernamentales y las agencias pertinentes de Naciones Unidas.

La agencia que propone Lodge podría ser propiedad y estar dirigida por las principales 12 multinacionales globales, que tuvieran una adecuada presencia en los países en desarrollo, como por ejemplo Unilever, Nestle, CEMEX, BP, o Shell.