La experiencia, pionera en España, es fruto del acuerdo entre los gobiernos central y vasco, y su objetivo es reducir en el interior de las cáreles los índices de contagio del sida.

La entrega de las jeringuillas a los reclusos será manual, a pesar de que se había estudiado la posibilidad de que el suministro se realizara mediante máquinas automáticas expendedoras instaladas en el centro.

La medida, que funcionará de momento sólo en Basauri como experiencia piloto, se ha tomado tras constatarse que entre el 60 y el 70 por ciento de la población reclusa española es adicta a las drogas, así como que más de 7.000 presos están infectados po SIDA, lo que representa casi el 23 por ciento de los internos.

El sistema previsto es sencillo: los usuarios toxicómanos recibirán de manos de los funcionarios de la prisión una jeringuilla nueva en un primer momento, la cual, una vez usada, deberá ser devuelta para obtener otra.

El programa, en el que han colaborado los departamentos de Sanidad e Interior de ambos gobiernos, así como la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, estará en marcha durante dos años a partir del próximo luns y servirá de experiencia para su implantación en otros centros penitenciarios del país.