"Sólo un viaje de 35 minutos en un tren super-rápido separa Madrid de Toledo", cuenta el autor del artículo, que subraya también el precio del billete de ida y vuelta, "sólo 12,80 euros".

Después de dejar atrás el moderno edificio de la estación de Atocha, relata, se llega a la estación de Toledo, donde se tiene la impresión de "retroceder varios siglos en el tiempo" gracias a su estilo similar a una "gran catedral de piedra".

Incluso, advierte, el viajero que nunca haya puesto antes los pies en esa estación "se preguntará si el vendedor que está tras el mostrador es quizá un sacerdote escuchando una confesión".

El articulista asegura que Toledo garantiza "un maravilloso día" de excursión que colmará las aspiraciones de los amantes de la historia, estudiosos de la herencia judía, aficionados a la comida y los vinos de Castilla, y de todos los que amen las ciudades centenarias en las que es posible retroceder en el tiempo perdido por sus calles.

Pese a que pasar una noche en Toledo permite respirar también la atmósfera nocturna que destila la ciudad, el autor del artículo asegura a los potenciales turistas que una excursión desde la mañana hasta la noche permite ver todo lo imprescindible de la ciudad vieja.

MEJOR A PIE

También explica que las sugerencias de los taxistas de la estación serán "insistentes", pero un paseo bordeando el río hasta la muralla y la puerta de entrada al casco viejo de Toledo es altamente recomendable.

Recuerda que la Toledo centenaria sigue siglos después perfectamente separada de la ciudad moderna, donde residen la mayoría de sus habitantes, gracias a su situación en un montículo completamente rodeado por los meandros del río y a la conservación de su muralla, dos factores que garantizan al caso viejo su plena protección del mundo exterior.

El autor del artículo proporciona a sus lectores una ruta desde la estación del AVE a través del Puente de Alcántara para ir ascendiendo hacia el casco viejo, recalando en puntos desde los que poder disfrutar de la vista sobre el río y hasta llegar "resoplando" hasta la cima del montículo, donde realmente se comienza a disfrutar.

El autor se centra en la plaza del Zocodover, con la estatuta de Miguel de Cervantes y las escenas pintadas de su "Don Quijote" y, sobre todo las tiendas de venta de mazapán, que recomienda vivamente evitar.

Explica con humor que el aspecto atrayente de este dulce, incrementado por las guías turísticas y por su presentación en los escaparates, invita al visitante a comprar cantidades ingentes nada más llegar, y su ingestión le conducirá en unos cuantos bocados a sentir "fuertes deseos de vomitar".

Una vez resuelto el riesgo del mazapán, el autor guía al turista hacia las visitas imprescindibles, concentradas todas en muy pocas calles.

SINAGOGAS

Se refiere con especial detalle a Santa María la Blanca, una de las dos antiguas sinagogas que permanecen en Toledo de las once que había en la judería medieval, construida en el siglo XIII y convertida después en la iglesia que le dio su actual nombre.

La otra sinagoga que sigue en pie, la del Tránsito, alberga hoy un museo sobre las comunidades sefardíes. El templo data del siglo XIII y en él aún se pueden leer versos en hebreo.

Sin embargo, precisa con humor, las explicaciones que se dan sobre las costumbres de los judíos españoles en ocasiones parecen haber sido redactadas por gentes que no tuvieron contacto alguno con ellos.

En la misma calle está, prosigue, la casa museo de El Greco, uno de cuyos más famosos cuadros, "El entierro del Conde de Orgaz", se puede ver también en la ciudad, en la Iglesia de Santo Tomé.

La catedral merece gran atención por parte del autor, que relata su construcción a lo largo de 200 años hasta ser un modelo de la arquitectura gótica española, y también dedica parte de su artículo a la fortaleza de El Alcázar.