Según el Gobierno Civil de Vizcaya, un fallo en el mecanismo del artefacto evitó que se produjera una catástrofe de grandes dimensiones, ya que Francisco Javier Ferreira atravesó zons densamente pobladas y el túnel de Balmasín, de unos 500 metros de longitud, antes de llegar al cuartel de Basauri, localidad en la que el artefacto comenzó a arder.

El explosivo, que fue colocado en el interior del vehículo, tras ser forzada una cerradura, consistía en un paquete de tetrabrik con una caja de puros "farias" en su interior, medio kilogramo de amerital y el sistema electrónico para hacerlo estallar.

A unos cien metros del cuartel, el artefacto se incendió, provocándole al policía acional quemaduras de carácter leve en las nalgas.

El policía fue trasladado a una clínica de Bilbao, donde recibió atención médica. Se da la circunstancia de que en agosto de 1979, ETA asesinó al padre de este funcionario, Manuel Ferreira Simoes, un policía municipal que trabajaba en Portugalete (Vizcaya).