Los pisos funcionales son un recurso alternativo a las residencias tradicionales, creados por el Gobierno navarro para atender a las personas con retraso mental medio y ligero, con el fin de proporcionarles cierta independencia, mayor calidad de vida y una existencia normalizada. Los usuarios son personas mayores de 18 años que desarrollan algún tipo de actividad ocupacional o de empleo.

Estos pisos cumplen tres funciones básicas. Se trata de sustitutos del hogar (cubren las necesidades báicas de alimentación, alojamiento e higiene), cumplen una labor educativa y permiten supervisar la vida laboral del usuario.

En la actualidad existen en Navarra cuatro pisos funcionales, con una capacidad total para 55 personas, cuya gestión absorbe este año un presupuesto público de 139 millones de pesetas.

El trabajo de Gogorcena apunta que el área que mayor dificultad presenta es la interrelación de los residentes con su entorno próximo. La autora del estudio constata que a pesar del continuo rabajo en este sentido, la integración de la persona con retraso mental no se realiza de un modo espontáneo y la aceptación de éstos por parte de la sociedad viene muchas veces motivada por sentimientos de compasión y caridad, lo que inhibe tanto la integración como la normalización de este colectivo.