Los obispos, que lamentan que los hospitales puedan disponer de este fármaco, afirman que la RU-486 "no será utilizado para sanar, sino como instrumento para matar".

"Resulta inconcebible que las autoridades sanitarias, cuya misión específica es velar por la salud de todos, de carta blanca a un combinado químico diseñado para quitar la vida a los seres humanos más indefensos y necesitados de cuidado, que son los niños concebidos y aún no nacidos", afirma la Conferencia Episcopal.

Agregan los obispos que bajo el humanitarismo compasivo de que este método es menos traumático que la intervención quirúrgica "se esconde una inhumanidad cruel" y consideran que "la verdadera humanidad y compasión está en apoyar a la mujer tentada de abortar para que no atente contra la vida de suhijo. No hay que abandonarla a su suerte poniendo un arma mortífera en sus manos".

Los obispos consideran que la píldora abortiva "es consecuencia de una ley gravemente injusta, la llamada ley del aborto", y añaden que "una ley que da licencia para matar en algunos casos a seres humanos inocentes no merece ni siquiera el nombre de ley", por lo que piden su abolición.

Finalmente, la CEE alerta a padres, profesionales de la sanidad, juristas y a la sociedad en genereal ante "este nuevo camuflaje de crimen del aborto bajo un método supuestamente benigno. No hay métodos benignos para el crimen".

Asimismo, invitan a quienes aman la vida humana, en especial a los católicos, "a luchar con todos los medios justos a su alcance por la abolición de la actual legislación sobre el aborto, que da vía libre a la ley del más fuerte".

En rueda de prensa y a preguntas de los periodistas sobre el lenguaje de esta declaración, el portavoz de los obispos, Juan José Asenjo, afirmó que lo "terrorífico" es que e pueda autorizar esta alternativa al aborto quirúrgico, y añadió que "cumplimos con nuestro deber de iluminar la conciencia de nuestros creyentes".