Según el documento, cada año fallecen en el Reino Unido un 24% de las personas que sufren un infarto cerebral (en torno a 26.400 enfermos) y actualmente alrededor de 300.000 personas sufren discapacidades de moderadas a graves en el país, como secuela de esta dolencia.

Los infartos cerebrales son la tercera causa de muerte en el Reino Unido, después del cáncer y las enfermedades coronarias, sin embargo, siguen recibiendo menos recursos que estas patologías, por ello la mortalidad del ictus permaneció constante entre 1990 y 2002.

Sólo el 66% de los británicos que han sufrido un ictus son remitidos a unidades especializadas, y tardan como media dos días en recibir esa asistencia, mientras que en países como Suecia reciben esa atención entre tres y cinco horas después de que se produzca el ataque.

Para hacer frente a esta situación, los autores del informe creen que es necesario que los accidentes cerebrovasculares se traten como emergencia médica, igual que se hace con los infartos de miocardio, lo que ha permitido reducir en un 1,5% anual el número de fallecimientos por esta causa en el Reino Unido.

Asimismo, los autores aconsejan un incremento del personal de las unidades especializadas en ictus y una campaña informativa dirigida a los médicos de cabecera, el personal sanitario y el público en general, con el fin de mejorar el reconocimiento de sus síntomas y agilizar la intervención de los servicios de emergencia,

El coste de los accidentes cerebrovasculares para la economía británica se sitúa cercano a 10.116 millones de euros anuales, y el coste directo para la Seguridad Social es de 4.046 millones de euros, lo que supera el coste total de la asistencia a enfermos coronarios.