Tabarca, una isla de 1,8 kilómetros de largo por 300 de ancho, que habitan apenas unas decenas de vecinos todo el año -salvo en temporada turística-, tiene declarada la guerra a los felinos, que en los últimos años han proliferado hasta tal punto que los propios residentes exigieron ensu día medidas para su control.

En la primera semana de este mes, el Ayuntamiento de Alicante, del que depende administrativamente la población isleña, hizo público un bando municipal por el que queda prohibido alimentar a los gatos callejeros; también quedan obligados los dueños de gatos domésticos a impedir su salida de casa, y si ello no fuera posible, habrán de hacerlo esterilizados.

"La situación de molestia e insalubridad que genera en la isla la proliferación de gatos, favorecida por las condiciones del enetorno en que se desarrollan y el suministro indiscriminado de comida es razón suficiente para que se ejecute un programa integral (...) con el objeto de estabilizar la colonia y en condiciones de salubridad que no supongan riesgo de transmisión de enfermedades zoonósicas", señala el bando municipal.

Desde ahora, dar de comer a un gato en Tabarca puede costarle al infractor una sanción que oscilará entre los 30 y 601 euros. Quedan obligados todos los vecinos a depositar la basura en bolsas de plástico cerradas que deberán depositar en los contendores como máximo una hora antes de su recogida. De este modo, no dará tiempo a los gatos a que husmeen en busca de su sustento.