os hechos se remontan al 4 de octubre de 1991, cuando, a falta de dos horas y media para que comenzara la corrida, Julio César Rincón se negó a torear porque algunos toros habían sido cambiados. El diestro alegó que las reses declaradas aptas para su lidia eran de "diferentes hierros a los anunciados en el cartel" del espectáculo.

Tres de los trece toros presentados por la ganadería anunciada en el cartel fueron rechazados por falta de trapío, por lo que los responsables del festejo tuvieron que reempazarlos por otros tantos de otras dos divisas, con el fin de garantizar el espectáculo. Finalmente, la corrida tuvo que ser cancelada ante la negativa de Julio César Rincón y de otro diestro a torear.

Para el Supremo, la negativa de Julio César Rincón es "injustificada", daddo que las nuevas reses escogidas pasaron los reconocimientos previos a la corrida, que además había sido aprobada por la Delegación en Sevilla de la Consejería de Gobernación de la Junta de Andalucía.

Asimismo, el Supremo conidera proporcionada la sanción de cinco millones de pesetas impuesta a Julio César Rincón, confirmando así la sentencia dictada por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, que redujo a la mitad la multa inicial de 10 millones de pesetas por los hechos relatados.