Utilizando simulaciones informáticas, el equipo dirigido por Dave Goulson ha calculado que un incremento medio de las temperaturas de entre 2 y 3 grados centígrados podría conllevar un aumento del 250% en la población de moscas de su país de aquí a esa fecha, y también a alargar su periodo medio de vida.

Ello se debería a que las temperaturas elevadas favorecen la maduración de los huevos de este insecto, que a 32 grados centígrados precisan 12 días para dar lugar a nuevas moscas, mientras que a temperaturas más bajas tardan casi un mes.

Según Goulson, esto podría aumentar en gran medida la incidencia de las infecciones estomacales e intestinales, ya que se cree que las moscas contribuyen a difundir algunas bacterias, como la Campylobacer, principal responsable de los casos de diarrea en el Reino Unido.

Esta conclusión coincide con la de un estudio de la Organización Mundial de la Salud publicado hace dos años, que subrayaba que el cambio climático afectaría a la salud de millones de personas, al contribuir a la proliferación de los insectos transmisores de enfermedades infecciosas.

La investigación, que ha sido publicada por el "Diario de Ecología Aplicada", añade que la población de golondrinas y arañas, animales que habitualmente evitan la proliferación incontrolada de las moscas, no crecerán lo suficiente como para mantener a raya al insecto.

Por ello, los autores de la Universidad de Southampton aconsejan como medida para prevenir esta situación, reciclar como abonos los residuos orgánicos del hogar, ya que ésto reduciría en gran medida la cantidad de éstos que se acumulan en los cubos de basura, donde sirven de alimento a las moscas y otros insectos.