El pontífice, que pronunció la mayor parte de sus palabras en español, pidió a los seguidores de la Obra que difundan por todo el mundo los valores de monseñor Escrivá.

"Siguiendo las huellas del santo fundador, afirmó, "difundid en la sociedad la conciencia de que todos estamos llamados a la santidad. Esforzaos por ser santos vosotros mismos en primer lugar, cultivando un estilo evangélico de humuldad y servicio".

Ante una multitud enforvorizada de peregrinos llegados de los cinco continentes, Juan Pablo II pidió a los miembros de la Obra que no se dejen atemorizar "ante la cultura materialista que amenaza con disolver la identidad más genuina de los cristianos".

Hace unos veinte años, cuando beatific al fundador del Opus Dei, Juan Pablo II destacó de Josemaría Escrivá su intuición para predicar incansablemente la llamada universal a la santidad y al apostolado.

Hoy, el Papa volvió a insistir en este aspecto primordial del mensaje del santo: "Como solía afirmar Josemaría Escrivá, la vida habitual de un cristiano que tiene fe, cuando trabaja o descansa, cuando reza o cuando duerme, en todo momento, es una vida en la que Dios siempre está presente. Se comprende así más fácilmente lo que afirma el Cocilio Vaticano II de que el mensaje cristiano no aparta a los hombres de la construcción del mundo, sino que los obliga más a llevarla a cabo como un deber".

La homilía del Papa se vió interrumpida en numerosas ocasiones por los aplausos de los asistentes, que abarrotaban la Plaza de San Pedro y buena parte de la Vía de la Conciliación, sobre todo cuando aludió a uno de los aspectos fundamentales del mensaje espiritual del santo: que el trabajo y cualquier actividad llevada a cabo con la ayuda de la Gacia "se convierten en medios de santificación cotidiana".

Otro aspecto en el que Juan Pablo II puso especial intensidad fue el referido a la necesidad de un constante crecimiento de la vida interior alimentada por la oración. A este propósito, añadió que Josemaría Escrivá fue un maestro en la práctica de la oración, que considera como un "arma" extraordinaria para redimir al mundo.

Recordó en este sentido las propias palabras del nuevo santo español: "En primer lugar, oración, luego expiación, yen tercer lugar, muy en tercer lugar, acción".

La liturgia de la canonización, prolongada con el rezo del Angelus por el propio Papa, que se dirigió a la multitud en ocho idiomas, duró exactamente dos horas, pero la transmisión por Internet y la televisión italiana del ambiente de San Pedro, de declaraciones de peregrinos y personalidades, de recuerdos e intervenciones del santo duró cuatro horas, como ya ocurrió con el Padre Pío que, en Italia, rebasa todos los límites de devoción y fervor imaginable.