Barankitse, soltera y miembro de una familia de ricos terratenientes tutsis, adoptó hace años a tres niños de su propia etnia y a cuatro niños hutus. En 1933 se vio envuelta en una matanza tribal e intentó proteger a los miles de hutus que huían de las milicias tutsis y que se habían refugiado en el obispado de Ruigi, una zona rural próxima a lafrontera con Tanzania.

Cuando esta mujer, ahora galardonada, salió a dialogar con los milicianos tutsis fue apaleada, mientras el edificio del obispado fue incendiado con los fugitivos hutus en su interior. Murieron 72 personas y sólo sobrevivió un grupo de niños, de los que ella se hizo cargo. Dos días después, tuvo lugar la venganza hutu y Margaritte asumió también el cuidado de los niños tutsis, a los que les habían arrancado los ojos.

Fue entonces cuando Barankitse decidió dedicar su vida a l protección de los niños, "las víctimas más débiles de los odios tribales, y a trabajar por que la paz se imponga algún día en este país del corazón de Africa". Con la ayuda de Cáritas Alemania y el apoyo de los Padres Blancos en Burundi, está construyendo viviendas dotada con huerta para entregar en el futuro a estos chicos.