El equipo de Helen Mayberg de la Universidad Emory en Atlanta probó está técnica, denominada estimulación cerebral profunda, con un grupo de seis pacientes que sufría esta dolencia mental. De ellos, cuatro experimentaron una importante mejoría, y los dos restantes se encuentran actualmente bajo supervisión.

El procedimiento consistió en la implantación experimental con anestesia local de unos electrodos en una zona del cerebro que se vuelve hiperactiva en los pacientes con depresión, según vienen demostrando las imágenes de los escáneres de los últimos diez años.

Los pacientes que participaron en el ensayo estaban conscientes y pudieron indicar al personal médico los cambios de ánimo que experimentaron como consecuencia de los impulsos eléctricos recibidos. Cuando los electrodos estaban bien colocados, los enfermos indicaron que sentían una mejora de su estado de ánimo.

Una vez determinado el punto correcto para colocar los electrodos, se les practicó una intervención bajo anestesia general para la implantación permanente de un marcapasos cerebral.

La doctora Mayberg afirma que los impulsos eléctricos que administra este dispositivo bloquean la hiperactividad de la zona del cerebro responsable de la depresión, lo que permite que el resto del cerebro funcione de manera normal.

Por el momento el tratamiento no parece producir efectos secundarios, pero sería necesario realizar un seguimiento de los pacientes a largo plazo, para determinar si esta técnica produce algún daño en las células cerebrales.

Otros científicos creen que esta técnica, desarrollada inicialmente para el tratamiento de los enfermos de Parkinson, podría ser útil en otros problemas de salud mental, como el trastorno obsesivo compulsivo, responsable de problemas de comportamiento como la obsesión con la limpieza.