El pasado 1 de abril, el apoderado de una sociedad denunció que un empleado suyo había sido asaltado por dos delincuentes, a la una y media de la tarde, en la calle Marcenado.

Según su relato, bajo amenazas con arma blanca, le sustrajeron un maletín con más de 3 millones y medio de pesetas y diversos talones bancarios. La víctima del atraco sufría un fuerte shock nervioso, por lo que había sido dado de baja y no se encontraba en condiciones de acudir personalmente a formular la denuncia, explicó el denunciante. La policía inició las investigaciones, se entrevistaron con comerciantes, vecinos y otras personas que pudieran haber sido testigos de lo sucedido, pero nadie había visto ni oído nada relacionado con el caso.

Al reincorporarse a la empresa, el ahora detenido fue citado en comisaría para que facilitara detalles y características físicas de los autores. Según él, éstos había llegado y huido en una motocicleta. Desde el primer momento, los agentes apreciaron algunas contradicciones, que se fueron hacendo más evidentes en el curso de la denuncia-declaración.

Los policías informaron al individuo de que tenían sospechas sobre la veracidad de lo que estaba relatando. Espontáneamente manifestó que había simulado el atraco para apropiarse del dinero. y añadió que había entregado una parte a un hermano.

En el domicilio paterno del detenido, éste tenía depositado más de un 1.600.000 pesetas, cantidad que los policías recuperaron. El resto del dinero lo habían gastado él y su hermano, que también fuedetenido.