Los locales en los que los orientales trabajaban de día y de noche se encuentran en la calle Josué Lillo y Puerto de Atalaya, en la Avenida de San Diego en Madrid.

El primero de ellos figuraba como oficina y el segundo como almacén, con las puertas metálicas cerradas a cal y canto. Los vecinos e los inmuebles próximos habían formulado diversas quejas ante la policía, ya que el ruido producido por las máquinas, al carecer de insonorización los locales, les impedía conciliar el sueño en horas nocturnas.

Todos los requerimientos realizados por las comunidades de vecinos y la policía Local resultaron infructuosos, al negarse los titulares a abrir las puertas.

Este hecho llevó al Cuerpo Nacional de Policía a abrir una investigación que concluyó con la detención del propietario del local, Shngli Zhou, de nacionalidad china. En el establecimiento se hacinaban los trabajadores inmigrantes ilegales, que, además, comían y dormían en el lugar en colchonetas distribuidas por el suelo.

En total, son nueve los ciudadanos chinos que eran explotados en dichos talleres. Durante los interrogatorios policiales, los inmigrantes ilegales relataron que habían sido captados en su país de origen por una organización cuya actividad principal es el tráfico de personas.

El "modus operandi" de esta organzación consiste en organizar los viajes de los inmigrantes, que, una vez en el país de destino, son colocados en talleres clandestinos, donde trabajan en condiciones infrahumanas hasta devolver la cantidad de 2.200.000 pesetas que adeudan en concepto de gastos de traslado, alojamiento y otros trámites.

Los responsables de la red china se encargan asimismo de facilitar los documentos falsificados exigidos para el cruce de fronteras.