"Cuando los esfuerzos humanos parecen incapaces de restablecer la paz, nosotros todavía tenemos el recurso de la oración", señala Rouco. "Hemos de orar insistentemente al Hijo de Dios que nos conceda el don de la paz: que el odio y la muerte no prevalezcan y no se extiendan".

Monseñor Rouco centra su mensaje en la celebración en 1994 del Año Internacional de la Familia, que ahora se clausura, y define a ese núcleo como "fuente y un camino de amor y de vida, humano y cristiano, para la comunidad eclesial y civil" y como "corazón de la nueva evangelización".

En referencia al descenso de la natalidad, se dirige a los padres afirmando que "la vida que vosotros comunicáis, no es sólo una realidad biológica, es una vida cuyo destino es participar en la plenitud de vida del Hijo de Dios, en un amor que no pasa, en una vida que es divina, eterna".