Cultura
Luis Mateo Díez: “Es un desdoro que en sociedades como la española no se pueda pecar mortalmente”
- El escritor leonés considera que sus personajes son “héroes del fracaso”
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El Premio Cervantes 2023, el escritor leonés Luis Mateo Díez reflexionó este lunes sobre el fracaso y el pecado y reivindicó estas cuestiones en su obra y en su trayectoria vital al presentar a los personajes de sus historias como “héroes del fracaso” y al aseverar que resulta “un desdoro que en sociedades que han pasado tanto como la española no se pueda pecar mortalmente”.
Lo hizo en un encuentro con la prensa celebrado en la Sala del Patronato de la Biblioteca Nacional de España (BNE), la estancia más importante de esta institución, la víspera de recibir el galardón más importante de las letras españolas en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid), en el que estuvo acompañado por la directora general del Libro, del Cómic y de la Lectura del Ministerio de Cultura, María José Gálvez.
Luis Mateo Díez confesó que considera el Cervantes como un “límite como escritor” que “asumo con complacencia, satisfacción y orgullo” y deslizó que observa que en su caso “lo biográfico, como es tan extenso, ya que tengo 82 castaños y soy un anciano, está emparentado con lo hagiográfico”.
Esto le sirvió para dejar caer que “no merece la pena tener la autoestima baja ni llegar a edades excesivas”, puesto que “pesa el cuerpo, la vida es incómoda”. A pesar de ello, comentó que la paradoja es que “merece la pena” vivir muchos años.
El ganador del Premio Cervantes 2023 rememoró que fue “un niño que escribía, lo cual no deja de ser una rareza”, por lo que “mi disposición a la escritura es muy inmediata”. “La vida merece más la pena escribirla que vivirla, lo que es una contradicción”, reconoció.
Destacó que comenzó siendo “un escritor de obra lenta, con convicciones férreas, pero con una disposición desordenada” para la escritura; sin embargo, con el tiempo, “fui insistente para pasar a ser prolífico, cuando dejé otras ocupaciones de supervivencia”.
Señaló a William Faulkner, Gabriel García Márquez y Juan Carlos Onetti como sus referentes literarios y afirmó que “cuando termino una novela es difícil que piense en la siguiente”.
En ese sentido, presentó su trayectoria como una urdimbre compuesta de “ambición literaria” y de “algo tan duro como el fracaso, no como un elemento miserable de impulso, sino como algo administrado con unos personajes que han sido héroes del fracaso”.
Recalcó que “fracaso es una palabra bastante bonita” y para admitir que “una de las palabras que más me ha gustado es pecado”, lo que le sirvió para subrayar que resulta un “un desdoro que en sociedades que han pasado tanto como la española no se pueda pecar mortalmente”.
Luis Mateo Díez viajó al pasado para evocar la “complacencia”, el “regocijo enorme” que sentía al confesar que había cometido un pecado mortal. “Me refocilaba en la evaluación del pecado. Era un pecador impecable”, sentenció.
DISCURSO CERVANTES
El escritor leonés afirmó que se siente “un poco intranquilo” ante la ceremonia de mañana en la Universidad de Alcalá de Henares, lo que consideró “positivo porque reactiva”. Alimentó la expectación en cuanto al discurso que pronunciará en el acto presidido por los Reyes al considerarlo “secreto”.
A pesar de ello, avanzó que versará sobre “de dónde vengo como escritor y, derivado de ahí, dónde estoy y qué veo de cara al porvenir” para rematar ahondando en su “poética de narrador”. “Será un discurso agradable de oír y muy sentido, muy entrañable”, explicó.
En cuanto al hecho de tener que vestir de etiqueta, comentó que ya está acostumbrado a ella, puesto que cuando ingresó en la Real Academia Española (RAE) tuvo que hacerse un chaqué a medida. No obstante, confesó que cuando se lo pone y se mira al espejo “me veo bien, no guapo, pero bien” e ironizó con que el chaqué nutre su “imaginación funeraria” al vincularlo con la figura de “Drácula yacente, con un Cristo yacente en la urna”.
Luis Mateo Díez expuso que no tiene manías a la hora de escribir y especificó que su mesa está “muy simplificada”; no obstante, reconoció que “tengo una cualidad que ido perdiendo” con el paso de los años: “antes podía escribir con ruido”, hasta el punto de que en su época de estudiante en Oviedo lo hacía en tabernas, “en un prurito de bohemia”.
Comentó que “soy incapaz de escribir una novela sin tener un título”, que, a su juicio, “esconde el matiz, la idea poética” de cada obra. También trasladó que “es bastante frecuente, cuando no sé cómo acaba la trama, que encuentre la última frase de la novela” y dijo que suele desechar las ideas que se le ocurren mientras duerme.
Aconsejó a los futuros escritores que lean mucho antes de coger lápiz y papel y que se obsesionen con la escritura, nunca con el destino final de sus escritos.
CINE Y LITERATURA
Luis Mateo Díez, que se definió como un cinéfilo empedernido, manifestó que “antes ir al cine era algo ritual, como ir a la iglesia”, con la diferencia de que acudir a ésta resultaba “muy aburrido” mientras que en las salas de cine “se podía pecar mortalmente”.
Lamentó que el cine en el que vio por primera vez una película – ‘Tarzán y su hijo’- en Villablino, su ciudad natal, se haya convertido en una suerte de centro comercial, y consideró que esa primera experiencia cinematográfica “creó en mí el humus de la imaginación que iba a contaminar mi escritura”.
En ese sentido, refrendó que el cine y la literatura tienen “deudas clave” el uno con la otra y resaltó que grandes cineastas han reconocido abiertamente cuánto le deben al séptimo arte, algo que no se producido entre los célebres escritores respecto del cine. A él no le importante dejar claro que “no hubiera sido el escritor que soy sin esa herencia cinematográfica”.
Por su parte, lamentó que uno de sus grandes amigos, Juan Eduardo Zúñiga, no viera reconocida en vida su trayectoria en forma de galardones; sin embargo, aseveró que “no tengo la impresión de que sustraigo o robo a alguien” cuando le conceden premios.
De vuelta a los pecados, sugirió que su “mejor pecado literario” se encuentra en “alguna de mis novelas inéditas” y dejó claro que “los pecados mortales conllevaban un arrepentimiento, y nunca me he arrepentido de un pecado mortal”.
Por último, mostró su desconcierto ante el hecho de que en el mundo haya “un exceso de realidad” ante el que prescribió como parapeto la imaginación y observó que actualmente haya un “exceso de actualidad” frente al que presentó al libro como único refugio.
(SERVIMEDIA)
22 Abr 2024
MST/gja