LAVILLA ADVIERTE QUE LA LEALTAD CONSTITUCIONAL SE QUIEBRA CUANDO NO HAY UNA ACEPTACION DE LA UNIDAD DE ESPÑA

MADRID
SERVIMEDIA

El ex presidente del Congreso de los Diputados Landelino Lavilla aseguró hoy que la lealtad constitucional se quiebra "cuando no luce una auténtica aceptación de la unidad de la nación española" y añadió que la Constitución de 1978 "debe tener larga vida".

En una conferencia sobre "La lealtad constitucional" pronunciada en la Cámara Baja, Lavilla se declaró consciente de las "imperfecciones e insuficiencias" de la Constitución, pero también de sus "potencialidade y virtudes".

Esa lealtad debe asegurar, dijo, "que los problemas de cualquier tipo sean abordados con decisión y resueltos con eficacia. También, naturalmente, el problema de armonizar la unidad de España y la autonomía de sus pueblos y comunidades".

Sin embargo, la lealtad se quiebra cuando "no luce una auténtica aceptación de la unidad de la nación española y de sus requerimientos consecuentes". Tanto puede faltarse a ella, agregó, "por una exacerbada aspiración expansiva de los nuevos poderes como por un cicatero encastillamiento del poder central".

En el empeño por construir el llamado Estado de las Autonomías, advirtió, "no puede haber propósito alguno de deshacer la historia común de los españoles" porque no se trata de un proceso de reparación histórica, en el que la exaltación de cada región o nacionalidad "haya de comportar juicios denigratorios, cansinos en su reiteración, del conjunto de lo español".

La validez de una Constitución depende, a su juicio, de su vocación de permaencia, y tanto el Gobierno como la oposición deben hacer de la lealtad constitucional la "barrera y defensa de la democracia, aceptando sin reservas que el Derecho es fin y cauce de la acción política y no instrumento dúctil susceptible de cómoda manipulación".

Esa leatad debe ser ciudada, fortalecida y vigorosamente practicada y defendida, de forma que el pueblo perciba que sus derechos y libertades están tutelados por imperio de la Constitución, añadió.

El diálogo esencial para la democracia, cncluyó, es el que se establece entre el Parlamento, institución central del sistema, y el Gobierno. Ese diálogo, a su juicio, "no puede desvirtuarse de manera que las razones con que se traba cedan ante la razón numérica de los votos, no ya para cerrar un debate leal, sincero y abierto, sino como final anunciado de un mero trámite apriorísticamente cerrado a la apreciación y valoración de los argumentos intercambiados".

(SERVIMEDIA)
02 Dic 1997
CLC