Todo empezó a partir del mes de abril de 1994, cuando el inculpado comenzó a sentirse atraído por la chica. Su sentimiento era tan obsesivo que maquinó una serie de obscenidades con la intención de mantener relaciones sexuales con ella, según la sentencia.

Así, el procesado introducía en el buzón de su vecina fotocopias de revistas pornográficas y cartas en las que le proponía manener ese tipo de relaciones. Incluso adjuntaba fotografías de sus propios órganos genitales.

La chica comenzó a sentirse atemorizada y acosada por el tipo de provocaciones que recibía a través del buzón. Sin embargo, el acusado no se conformó con acciones de esta índole y llegó mucho más lejos.

Recurrió a las llamadas telefónicas para hacerle proposiciones deshonestas, describía sus órganos genitales y respiraba a través del auricular de forma jadeante.

Con el tiempo, las obscenidades se conirtieron en una pesadilla para la joven, que llegó a ser amedrentada por el inculpado con fuertes amenazas, al decirle que si no accedía a sus deseos sexuales, la obligaría a ello.

El procesado se ha declarado culpable de los hechos y el juez le ha condenado a las penas de un mes y un día de arresto mayor y multa de 10.000 pesetas como autor de un delito de coacciones.