Algunos de estos residuos son resistentes a los microorganismos, la luz y la oxidación, por lo que persisten durante años en el ambiente, facilitando su incursión en la cadena alimentaria, a través de as especies vegetales y animales.

Por este motivo, el empleo de algunos insectidas clorados ha sido prohibido en numerosos países, como el DDT, que se dejó de producir en España en 1975, aunque hay naciones en las que todavía se emplea.

Bernabé Sanz manifestó hoy en el acto de presentación de libro "Los residuos y sus riesgos para la salud" que cuando estas sustancias son ingeridas por animales, se acumlan fundamentalmente en el tejido graso, por lo que el riesgo de contaminación en el hombre se educe evitando el consumo de estas zonas.

Sin embargo, el doctor Sanz aseguró que no existe motivo para la alarma, ya que los casos de contaminiación alimentaria en humanos por agentes químicos son minoritarios, y se producen en una proporción mucho menor que la contaminación por microorganismos.