Algunos de los cíngaros que tedrán que dejar tierras belgas ya intentaron quedarse en ese país en otra ocasión, que terminó con la repatriación, el 5 de octubre de 1999, de 74 gitanos a Eslovaquia. Han vuelto porque allí se encontraron las mismas condiciones de vida que les habían hecho partir antes.

Aunque el Gobierno asegura que esta nueva expulsión será mucho menos brutal que la anterior, algunos se resisten a abandonar el país y han hecho una segunda demanda de asilo. A éstos no se les podrá persuadir con primas de 10.000 franos (42.500 pesetas) y de 2.000 a 5.000 francos (21.250 pesetas) por hijo.

Asimismo, las autoridades belgas dejarán quedarse a las familias con hijos en edad escolar y que han empezado curso en Bélgica, hasta que termine el año escolar y puedan vender sus bienes. También tendrán en cuenta las demandas de las personas que estiman que tienen derecho a permanecer en el país.

Las reacciones no se han hecho esperar. Un buen número de familias que esperan también su regularización han mostrado todo su aoyo a los gitanos, así como La Liga de Derechos del Hombre y la Unión de Antiguos Resistentes judíos de Bélgica. Esta última ha recordado que el mismo día en que se deportaba a los 74 gitanos, el Tribunal Europeo de Derechos del Hombre pedía a Bélgica que suspendiera la expulsión.