Según Greenpeace, se estima que cada año se vierten a la atmósfera de los países de la Unión Europea 6,5 kilogramos de dioxinas, lo que supone unas 100.000 veces el nivel de dioxinas que ha generado el ecándalo de los huevos y pollos contaminados en Bélgica.

Las incineradoras de residuos urbanos y hospitalarios son las causantes del 40 por ciento de esta contaminación, mientras el resto corresponde a la producción de PVC y otros productos clorados, y a procesos metalúrgicos.

Las dioxinas son producidas como subproductos de los procesos de combustión y altas temperaturas en las que se ven envueltos el cloro, el oxígeno y el carbono. Tienen características cancerígenas y también funcionan como fuetes disruptores endocrinos. En 1998, el Ministerio de Medio Ambiente de Francia estimó que entre 1.800 y 5.200 personas morían al año en ese país por cánceres relacionados con las dioxinas.

Entre las exigencias de Greenpeace en relación con las dioxinas destacan la prohibición de la incineración de los residuos, especialmente de los organoclorados, como el PVC, PCBs, etc.; la eliminación de los productos fabricados con PVC, empezando por los envases y embalajes, juguetes y suministros médicos, y la idntificación de todas las fuentes de emisión de dioxinas a la atmósfera, al suelo y al agua.

Los ecologistas piden que, junto con las demás iniciativas, se haga un catálogo de fuentes de emisión de dioxinas en España y se facilite la información al público.

"El nivel de dioxinas encontrado en el pienso causante de la crisis de los pollos belgas sólo representa una cienmilésima parte de las emisiones de dioxinas que se producen cada año a la atmósfera en la UE. Si queremos realmente evitar episodio como éste, tenemos que acabar con las fuentes que generan el peligro", declaró Xavier Pastor, director de Greenpeace.