Tras presentar su dimisión como secretario de Estado para el Plan Nacional sobre Drogas, Garzón parece preferir volver a la carrera judicial antes que aceptar las condicionesle ofrece el Gobierno. Si la retirada se consuma, Felipe González perderá a uno de sus mejores valedores en el lavado de imagen que pretende en el atolladero generado por la corrupción en el PSOE.

A poco más de un mes de las decisivas elecciones andaluzas y europeas, y con Luis Roldán por aparecer, González se quedaría casi solo en la tarea de convencer al electorado de la honradez del PSOE. El objetivo es difícil, y más cuando el periodo que dista hasta el 12 de junio puede deparar más sorpresas parael presidente del Gobierno.

El fichaje del ex comisionado de la ONU en la antigua Yugoslavia, José María Mendiluce, representa una nueva baza de González, similar a la que le reportó Baltasar Garzón en el 6-J de 1993. Pero si el presidente no consigue rápidamente arreglar el desaguisado en su casa, parece que de poco le servirá contar con personas tan cualificadas en Europa.

Baltasar Garzón dejó el juzgado de instrucción número 5 de la Audiencia Nacional para abordar desde la política sus dos mayres inquietudes: una política -la salud democrática y de los partidos (luchando contra la corrupción)- y otra social (acabar con el narcotráfico).

Su marcha de la Secretaría del Plan Nacional sobre Drogas, estrenada precisamente por el ex juez hace ocho meses, deja un hueco difícil de cubrir desde el Gobierno en la lucha contra el narcotráfico.

El deseo de ser nombrado ministro del Interior, tras la dimisión de Antoni Asunción, y su insatisfacción por la falta de medidas legislativas y políticas decuadas para combatir la corrupción son las dos razones que se han apuntado para explicar la dimisión al frente del Plan Nacional sobre Drogas de Garzón, que podría agudizar la crisis en el PSOE si finalmente decide abandonar el Parlamento.