Josefa Bernal Mena, de 30 años, llevaba trabajando como asistenta una semana en el domicilio de Mercedes Uralte, de 80, situado en la calle San Ignacio de Loyola de la capital aragonesa, cuando decidió llevarse las joyas, valoradas en 600.000 pesetas, y el diner, unas 200.000, que había en la vivienda.

El domingo 4 de noviembre de 1990, a primeras horas de la mañana, Josefa administró a la dueña de la casa el somnífero que habitualmente le daba por la noche junto con otros medicamentos con el fin de dormirla y llevar a cabo su acción.

Con la misma intención, después de cometer el robo y -según sus declaraciones- tal y como había visto en las películas, abrió el gas de la cocina. Una vez hecho esto, abandonó el piso. La dueña de la casa no sufrió daño aluno, porque fue rescatada por un familiar.

Según Josefa Bernal, en aquellas fechas se encontraba deprimida por a un desengaño amoroso. Robó, asegura, para tener dinero que le permitiera viajar y olvidar. Según ha manifestado en el juicio, nunca quiso hacer daño a Mercedes Uralte.

Los peritos han señalado durante la vista que la acusada tiene un bajo rendimiento intelectual y que, aunque distingue entre el bien y el mal, tiene dificultad para valorar a largo plazo.

También se juzga a la hermaa de Josefa Bernal, a María Rosa, acusada de encubrir a Josefa en el robo. El fiscal pide dos años de prisión para ella.