Además de la procesada, que según el fiscal actuó en legítima defensa, motivo por el que solicita la pena más baja, se sentaron en el banquillo de los acusados otro hijo de la mujer, Luis, de 32 años, el suegro de éste último, Joaquín Herrería, y Joaquín Avelino Montes, que se enfrentan a la misma condena como encubridores.

Los hechos se produjeron en La Cavada, en la madrugada del 15 de septiembre de 1990, cuando, según la ausada, su hijo llegó a casa con síntomas de haber bebido, "enloquecido como un toro cuando sale a la plaza".

Angel Uslé subió hasta el cuarto de su hija, Sheila, de 8 meses de edad, mientras gritaba que iba a arrojarla por la ventana. La mujer optó por coger una escopeta "para asustarle" y comentó a la sala que, desde ese momento, sólo recuerda que el arma se disparó y su hijo cayó al suelo.

"No quería matarle, Angel era mi hijo y a pesar de todo le quería, no pensé en nada, sólo en mi nieta", maifestó al tiempo que comentaba que la bebida le volvía agresivo, por lo que ya habían tenido incidentes con anterioridad.

El médico forense que testificó ante el tribunal explicó que la procesada "no podía tener ningún tipo de control sobre su voluntad" en el momento de los hechos, mientras que su abogado defensor justificó su actitud por el "desarraigo patológico" de la acusada, que, tras una vida junto a un marido alcohólico que le sometió a malos tratos, vio reproducida esta misma conducta en su hio.

Sobre el resto de los acusados, la defensa indicó que sólo intentaron proteger a la mujer, sin ser conscientes de que su actitud podía ser interpretada como una actuación delictiva.