LOS FINANCIEROS PROTEGEN MAS SUS CONVERSACIONES TELEFONICAS QUE LOS CARGOS DE LA ADMINISTRACION

MADRID
SERVIMEDIA

Los financieros y los hombres de negocios son los que más utilizan en España los odificadores o secráfonos, unos aparatos que acoplados a los teléfonos móviles distorsionan la señal e impiden oír la conversación, aunque la comunicación esté "pinchada".

Dentro de la Administración, los departamentos que tradicionalmente usan codificadores son los ministerios de Defensa y Asuntos Exteriores, según informó a Servimedia Juan Luis Picazo, director de la empresa Técnica de Cifra, la única que existe en España dedicada con exclusividad a instalar estos aparatos.

Los secráfonos son uos codificadores que enmascarán y distorsionan las señales de radio, de forma que al ser "pinchadas" se hacen ininteligibles para el interceptor que no posee el decodificador.

La construcción de estos aparatos se realiza mediante técnicas de cifrado y criptografía. Aunque los "pinchazos" no se puedan evitar, los especialistas pueden conseguir que su utilidad informativa sea nula para el que ha interceptado la comunicación.

Los precios de los secráfonos oscilan entre 175.000 y 1.500.000 pesetas, cn la instalación ya incluida. Aunque los hombres de negocios son los que más los utilizan, "no todos están mentalizados de su necesidad", según Picazo.

DATOS CONFIDENCIALES

Esa misma necesidad y la reserva sobre los datos confidenciales que manejan es lo que hace tiempo llevó a las misiones españoles en el extranjero a utilizar este sistema. Algunos altos cargos del Ministerio de Interior también lo emplean.

En España existe un vacío legal sobre la violación de la intimidad que supone interferi una comunicación telefónica, mientras que en otros países europeos la cuestión está regulada claramente desde el punto de vista penal.

Los Estados Unidos dictaron en 1986 el Acta de las Comunicaciones Electrónicas privadas, que califica como delito la intercepción y difusión de conversaciones vía radio cuando el usuario utilice medios electrónicos de protección.

"Es como el Servicio de Correos", explicó Picazo. "Si enviamos una tarjeta postal, está claro que no nos preocupa que el texto sea leíd por terceros, pero si consideramos que el mensaje es privado, es lógico que escribamos una carta, la introduzcamos en un sobre y la cerremos".

"Por el mero hecho de cerrar el sobre, estamos ejerciendo nuestro derecho a la intimidad, y su apertura por alguien distinto al destinatario es una violación de este derecho", dijo.

(SERVIMEDIA)
30 Abr 1991
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