Según el citado documento, "la experiencia demuestra que cuando un enfermo que sufre pide que lo maten, en realidad está pidiendo casi siempre que le aliien los padecimientos, tanto físicos como los morales, que a veces superan a aquéllos: la soledad, la incomprensión, la falta de afecto y consuelo en el trance supremo".

"Cuando el enfermo recibe alivio físico y consuelo psicológico y moral", prosigue, "deja de solicitar que acaben con su vida, según la experiencia común".

La Iglesia opina también que aunque está justificado huir del dolor ("todo ser humano huye por instinto"), "convertir la evitación de lo doloroso en el valor supremo que haya d inspirar toda conducta, tratar de huir del dolor a toda costa y a cualquier precio, es una actitud que acaba volviéndose contra los que la mantienen, porque supone negar de raíz una parte de la realidad del hombre, y este error puede llevar fácilmente a cometer injusticias y actos censurables por antihumanos".

Además, piensa que el dolor es una "escuela de la vida", porque "la persona que sufre y acepta su sufrimiento llega a ser más humana, pues comprende y hace suya una dimensión básica de la vida ue ayuda a hacer más rica la personalidad. Quien a toda costa pretende huir del dolor, probablemente destruya sus posibilidades de ser feliz, pues es imposible tal fin".

La Iglesia argumenta también contra los que mantienen que es más indigno una muerte dolorosa o un cuerpo degradado que un muerte dulce. A su juicio, "el dolor y la muerte serán dignos si son aceptados y vividos por la persona; pero no lo serán si alguien los instrumentaliza para atentar contra esa persona"