La primera huérfana que quedó sin padre por un atentado cometido por ETA fue la hija del inspector jefe de Policía de Irún, Melitón Manzanas González, asesinado por la banda terrorista el 8 de agosto de 1968. Los tres últimos niños que perdieron a sus padres en un crimen terrorista son los del concejal del PP en Sevilla Alberto Jiménez-Becerril y su esposa, Ascensió García Ortiz.

Entre ambos atentados, ETA ha dejado en su camino 896 huérfanos más, de diversas edades e hijos de políticos, jueces, policías, militares y civiles.

De los 900 huérfanos, 314 eran hijos de civiles no relacionados con el Ejército ni con las fuerzas de seguridad, sino personas con profesiones variopintas, incluyendo taxistas, amas de casa, empresarios, camareros y conductores de autobús.

De los 586 restantes, 370 eran hijos de guardias civiles o militares de alguno de los tres eércitos, 170 lo eran de agentes de los Cuerpos Policiales, 36 tenían padres con algún cargo político y 10 eran hijos de jueces.