(ESTA NOTICIA AMPLIA LA NUMERO 38 DE HOY)
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José Luis Fernández Corroto, el atracador de la joyería de Atocha que consiguió huir, fue a Móstole a cobrar "un dinero que le debían" la noche en que murió (31 de julio de 1984), según declaró hoy Francisco Sanz Cifuentes, amigo del fallecido, ante el tribunal que juzga a cuatro policías acusados de matar a los delincuentes para quedarse con el botín.
El testigo aseguró que Corroto iba a marcharse al día siguiente con María Elena Muñoz Martín, María del Carmen López García (ambas testificaron también hoy ante la sala) y el marido y las hijas de ésta última de vacaciones a Almería, donde había alqulado un apartamento con su dinero.
Juntos estuvieron tomando unas copas hasta las 21,30 horas, momento en el que se despidieron. "Me dijo que tenía prisa porque iba a Móstoles a cobrar un dinero que le debían, para dárselo a su sobrino, y que si no le daba tiempo, me lo daría a mí a la mañana siguiente, cuando nos despidiéramos, para que se lo entregase yo", relató.
Especificó que le llegó a hablar de cierta cantidad y que, aunque no la recordaba, se aproximaba al millón de pesetas.
Este puno fue confirmado por la hermana del delincuente, Liduvinia, que explicó que su hermano guardaba siempre el dinero en casa de su madre, en Talavera de la Reina, donde fue el fin de semana anterior a su muerte para recoger las 300.000 pesetas que tenía.
"Le comenté que qué iba a hacer cuando se le acabara el dinero y me dijo que estuviera tranquila, que iba a cobrar un dinero que le tenían que pagar", explicó.
Las otras dos testigos declararon que, tras despedirse de Francisco Sanz, fueron todos a asa de Fernández Corroto, donde cenaron. Después les anunció que pusieran una botella de champán en la nevera, "que iba a salir un momento, pero que volvía enseguida y nos la tomábamos".
María Elena Muñoz precisó que al poco tiempo de marcharse Fernández Corroto una mujer que dijo llamarse Raquel le telefoneó y, como no estaba, le dejó un recado: "Que no se acerque por ahí que van a buscarle".
EL COCHE DE SU SOBRINO
Las dos mujeres añadieron que Fernández Corroto se fue "muy contento" en el coce de su sobrino, que ya estaba cargado con algunos flotadores y parte del equipaje para el viaje del día siguiente. "Por eso, yo no me creí que se fuera de atraco esa noche con el coche de su sobrino", comentó su hermana.
Liduvinia comentó que tardaron en devolverle el coche más de dos meses y que durante ese tiempo recibió amenazas telefónicas "en las que una voz de un hombre joven me decía que tuviera cuidado con lo que iba a declarar".
La declaración de estos testigos confirma, según las acusaiones, la tesis de que Fernández Corroto organizó el atraco a la "Viuda de Tornero" de acuerdo con los policías procesados, que le dejaron escapar para luego citarle en Móstoles con la excusa de repartirle su parte del botín, pero con la intención verdadera de matarle para evitar que les delatara.
Liduvinia Fernández Corroto dijo que su hermano siempre le negaba los atracos que cometía, pero que el mismo día que se pordujo el asalto a la joyería un amigo suyo, "que se llamaba Angel y ya está muerto, vno a verme a casa y me dijo que en el barrio de San Fermín todo el mundo decía que el que había escapado era él y que iban a ir a buscarle".
Añadió que por esas fechas su hermano, con el que hablaba a diario, estaba muy tranquilo y le explicó que había conocido a una persona "que le iba a facilitar la vida y le iban a ir mejor las cosas, pero nunca me habló de un policía".
UN BOTIN DE 33 MILLONES
Asimismo, prestó declaración José García Fernández, inspector de policía que investigó, además de éte, varios delitos relacionados con la denominada "mafia policial", en la que estaban presuntamente implicados varios agentes de la Brigada Antiatracos.
García Fernández, que era comisario jefe de Móstoles cuando murió Fernández Corroto, manifestó que fue enviado a Santander por el juez instructor para entrevistarse con el joyero Federico Venero (en la actualidad en prisión).
Este tenía un taller de compra-venta legalizado y le confesó que un inspector de la brigada (Adelardo Rafael Martínez Garca) le llevó hasta 18 kilos de oro para fundir, entre 1983 y 1984.
Además, según el testigo, Martínez García le comentó al joyero que el botín del robo al taller de la calle Atocha estaba valorado en 33 millones de pesetas, a pesar de que el informe del perito que consta en el sumario las tasa en 7 millones, de los que los procesados sólo devolvieron joyas por valor de 4 millones.
(SERVIMEDIA)
24 Oct 1991
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