Espinosa hizo estas declaraciones en el Foro Cinco Días, en un encuentro con empresarios y periodistas en el que repasó todos los temas concernientes a la actualidad de su ministerio.

Según la ministra, es prioritario que la industria agroalimentaria sea capaz de satisfacer los gustos de los diversos colectivos inmigrantes ya que constituyen un mercado que está creciendo exponencialmente en nuestro país.

Espinosa hizo referencia a un estudio elaborado por Agricultura sobre los hábitos alimentarios de los inmigrantes en España que revela que aunque valoran la comida española tratan de mantener sus gustos y costumbres culinarias.

Para muchos de ellos, los productos españoles son algo insípidos ya que están acostumbrados a alimentos más especiados y dulces que no encuentran en los mercados españoles.

Por ello, Espinosa defendió la necesidad de que la empresa española diversifique sus productos para ampliar sus potenciales clientes entre los inmigrantes ya que "conquistarles aquí será la mejor manera de saber cómo introducirse en los mercados de sus países de origen".

Y es que según la ministra, la poca internacionalización de los productos agroalimentarios es una de las principales debilidades de este sector en España y supone una rémora para su desarrollo.

Según la titular de Agricultura otro colectivo que podría potenciar estos productos en el exterior de forma significativa es el de los cocineros de prestigio españoles.

Espinosa defendió que estos chefs deberían incidir en la relación entre la innovación gastronómica y la potenciación de los productos nacionales para que el sector pudiera rentabilizar su éxito internacional ya que su repercusión actual se limita a lo mediático.

Para la ministra, estos cocineros tendrían que actuar como una excelente carta de presentación para un estilo de vida y de alimentación tan saludable como la dieta mediterránea.

Finalmente, Espinosa hizo referencia a otras debilidades del sector como la excesiva atomización (el 97% de las empresas son pymes), la baja inversión en I+D+i (solo el 3% de la inversión total española en esta materia), el escaso valor añadido de los productos agroalimentarios españoles y el bajo nivel de formación de directivos y trabajadores.