Durante la presentación de su última novela, "La muerte del decano", el escritor aseguró que originalmente había pensado plantearla como una obra policíaca al uso, "pero cierto afán de verosimilitud me hizo comprender que los policías de aquella época, los años cuarenta, no eran sabelotodos, como correspondería al género".

"La muerte del decano" transcurr, como su título indica, en el ambiente uiniversitario de una ciudad de provincias, que podría ser Santiago de Compostela, según el autor, que señaló que, como cualquier narrador, busca referencias conocidas para contar sus historias.

Manifestó que, en contra del modelo clásico de novela, en el que el lector sabe lo que sabe el autor, que suele ser más que los personajes, en esta obra él se encuentra tan perplejo por el desarrollo de la trama como el lector, y ambos se quedan sin saber todas las clave al final, que queda abierto a las interpretaciones.

En la historia que cuenta esta novela, es importante la figura de un fraile franciscano, procedente de un convento de Santiago, que dicen que fundó el propio San Francisco, sin cuya intervención la historia no tendría sentido.

El estilo provinciano, que según Torrente está presente en casi todas sus obras, procede del entorno en el que él mismo se mueve, un mundo donde el cotilleo es habitual, porque forma parte del estilo de vida: "Los hombresse pasan la tarde viendo pasar a la gente por la calle y comentando sucesos".

"El sentimiento, en general, tiene mala prensa en la literatura moderna en la que se da más importancia a las sensaciones; por eso yo soy considerado un autor anticuado, porque soy un sentimental", explicó Torrente Ballester en relación con sus narraciones.

Durante la rueda de prensa que sostuvo Torrente Ballester hoy, habló de varios temas alejados de la esencia del libro que se presentaba, como la batalla de Trafalgar Celia Gámez, Fidel Castro o los libros que leía de niño.

"Trafalgar tiene bastante relación con Maastricht, porque allí comenzó el fin de imperio español, aunque no se materializase hasta 1898, y en Maastricht puede surgir un nuevo reordenamiento del mundo", explicó el autor.

Sobre Celia Gámez afirmó que "no tenía piernas largas y bonitas, como se ha dicho después de su muerte. Era una patata, que no valía nada. Pero establecía un extraordinario diálogo con el público, porque se sentía en el escnario como en el pasillo de su casa".

"Con Castro no me entrevisté personalmente, como publicaron algunos medios; era una reunión de diez personas", explicó; "él acercó su butaca a la mía y charlamos durante largo rato, no sobre política, sino sobre cultura; me dijo que estaba leyendo ahora tres libros al mismo tiempo, alguno de ellos sobre astronomía".

Con respecto a la posibilidad de que Castro abandone el liderazgo de Cuba, señaló que "los dictadores no pueden jubilarse, porque les caen encim y los matan. Tienen que morir con las botas puestas. El morirá combatiendo, no en la cama, y, como ocurre con todos los dictadores, después de su muerte se acabará la dictadura".