El primero en declarar fue el conductor de la furgoneta, Jon Ruiz Sagarna, el agente que sufrió quemaduras en el 55 por ciento de su cuerpo, quien reconoció que no se areve a salir a la calle por el aspecto de su cara y su cuerpo.

Sagarna dijo que no recuerda nada a partir del momento en que se vió envuelto en llamas, tras el impacto de varios artefactos en la furgoneta que conducía. El vehículo quedó descontrolado y avanzó en medio de una bola de fuego, arrollando a dos jóvenes transeuntes que resultaron heridos graves.

El agente explicó a jueces y letrados que a partir del atentado su vida cambió "de la noche al día". Ha sido intervenido quirúrgicamente en ses ocasiones y todavía necesita más operaciones, además de acudir semanalmente a terapia psiquiatrica.

Otro de los ertzainas heridos, Oscar Muñoz, relató que pudo ver como Sagarna quedó envuelto en llamas, y que cuando logró salir de la furgoneta observó a un encapuchado que escapaba del lugar. Sin embargo, no pudo perseguirlo, porque sus piernas también estaban ardiendo.

Tras un receso, declaró el agente Juan José Miragaia, quien aseguró, como el resto de sus compañeros, que antes del ataque no prcibió ningún movimiento extraño, ni observó la presencia de encapuchados.

Por la tarde, declaró el agente Germán Pérez, copiloto en la furgoneta y mando de la unidad. El agente seguró que todo ocurrió en "cuestión de segundos" y que, tras los impactos de los artefactos, saltó de la furgoneta en marcha con el cuerpo en llamas. Sufrió quemaduras de segundo grado en la cara, y de segundo y tercer grado en las manos, y desde entonces se encuentra en tratamiento psicológico.

La jornada de hoy finaliz con el testimonio del quinto Ertzaina, el agente José Ignacio Iguiñez. El juicio se reanudará el próximo jueves.

Por otro lado, al igual que ayer, varias decenas de jóvenes se concentraron durante todo el día frente a la audiencia, en apoyo de los acusados. Durante toda la mañana fueron repartiendo a los transeuntes fotocopias de una carta firmada por los inculpados en la que estos declaraban su inocencia y denunciaban haber sido ya juzgados por los medios de comunicación y por la Ertzaintza.

Coparaban su situación con la de la película "En el nombre del padre", en la que un inocente es juzgado y encarcelado por un delito que no cometió.