El Episcopado afirma que mantendrá sus servicios de ayuda, asistencia social y defensa de los derechos laborales de la poblaciónextranjera, pero también quiere influir en la opinión pública española para crear actitudes de acogida y ayuda y dar a conocer los valores culturales de los inmigrantes.

La Comisión Episcopal de Migraciones, que califica al inmigrante de "hombre valiente que sale de su tierra hacia lo desconocido, buscando una vida mejor para él y los suyos", explicó que las tres cuartas partes de los extranjeros que vienen a España provienen del Tercer Mundo, para trabajar en la economía sumergida.

Según cifras e la citada comisión, el 8 por ciento de la mano de obra que trabaja en la economía clandestina está formada por inmigrantes, mientras sólo participan en el 0,3 por ciento de la economía regular.

Para la Iglesia española, existen tres tipos de inmigrantes: los asentados, que responden a un fenómeno migratorio definido por relaciones de dominación o expansión en el país de destino; económicos, que emigran para luchar contra el hambre, el desempleo y la pobreza de su país, y los refugiados, que se ven oligados a emigrar al sentirse perseguidos.

Además de las dificultades legales a que deben enfrentarse los extranjeros, la Iglesia considera que otro de los problemas que padecen es el desarraigo cultural, puesto que viven alejados de su país y con graves dificultades para integrarse en el que los recibe, a causa de la desinformación y desconocimiento del medio en el que se desenvuelven.

Por todo ello, la Iglesia seguirá trabajando, a través de distintas organizaciones no gubernamentales, para ayuar a los inmigrantes, en especial informándoles y ofreciéndoles servicios de acogida y asistencia social, sanitaria y jurídica.