En primer lugar, habla de una "indefinición" de la política educativa en su conjunto y, en particular, de la estructura político-administrativa capaz de sustentarla. "Al parecer, el Ministerio de Educación ha decidido concentrar sus esfuerzos en que las transferencias a las autonomías se hagan pronto y bien, quizá sin considerar que lo primero podría impedir lo segundo", precisa.

En su opinión, sigue tampoco sin definirse el papel que jugará la Administración central en el futuro: "El ministerio no ha cobrado todavía conciencia de lo que debería, querría y podría ser".

En segundo término, García Garrido se queja de la ausencia de un "tratamiento sistemátio y equilibrado" de los puntos débiles del sistema educativo". "¿Para cuándo va a dejarse la articulación de una política educativa que, paso a paso, sin pretenderlo todo de golpe, luche con eficacia por superarlas?", se pregunta.

Por último, denuncia un "escaso espíritu de concertación de la política educativa, y en consecuencia, pérdida paulatina de liderazgo".

Según distintas interpretaciones, García Garrido abandonó el INCE por presuntas discrepancias con Aguirre sobre el controvertido inform que elaboró el instituto sobre el "estado de salud" de la enseñanza secundaria. El motivo oficial de la renuncia fue el deseo de García Garrido de volver a la docencia.