LA DUEÑA DE UN ASILO "RAPTA" A LOS ANCIANOS DE UNA RESIDENCIA DE ALBACETE TRAS ORDENARSE SU CIERRE

ALBACETE
SERVIMEDIA

Con presencia de fuerzas de la Guardia Civil y de la Policía Local, la delegación de Bienestar Social del Gobierno de Castilla La Mancha pudo oncluir anoche el traslado de los 23 ancianos que vivían en la residencia privada Santa Teresa, de Albacete.

La residencia fue clausarada, ante las graves deficiencias habitabilidad, seguridad y sanidad, el pasado miércoles. Esa noche, la propietaria, Purificación Jiménez, trasladó a 22 ancianos a varias viviendas de la localidad de la Gineta.

Cuando las autoridades llegaron a la residencia, ayer se encontraron con que en la residencia sólo quedaba un anciano que, armado con un garrote, según expicó el mismo, no quiso "ir a ningún sitio a las doce de la noche; pensaba que iban a darme el paseo, como en el 36".

Ante la grave situación, que se llegó a considerar un rapto, las ambulancias y las fuerzas del orden se trasladaron a La Gineta, donde localizaron a los ancianos que fueron, por fin, trasladados a distintas residencias legales de la provincia de Albacete.

El delegado de Bienestar Social, Carlos Morales, dirigió el traslado y confesó "estar asustado" ante lo que se encontró en la reidencia y anunció la presentación de una denuncia contra la propietaria del asilo cerrado.

Morales relató que, "al llegar, no había ningún abuelo; hasta que llegó la Guardia Civil la propietaria no confesó dónde estaban recluidos. Al final hemos sabido el número exacto de ancianos. Han fallecido dos. Voy a presentar una denuncia porque quiero saber cuándo y de qué han fallecido; de otro dice que se ha escapado. Lo más importante era sacarlos de allí".

"Durante el traslado en mitad de la noche, lo ancianos iban descalzos y en pijama. Esto parecía una película de terror", explicó Carlos Morales.

Por su parte, los empleados de la residencia mostraron su malestar por el cierre. De los cinco trabajadores del asilo tan sólo uno estaba dado de alta en la Seguridad Social. Los ancianos carecían de ropa de abrigo en las camas, así como de calefacción y agua caliente.

La propietaria de la residencia clausurada, y que carecía de licencia para su funcionamiento, dijo que se había llevado a los anciaos "porque son mis abuelos, no quiero que se los lleven".

Purificación Jiménez, que cobraba a cada anciano entre 60 y 70.000 pesetas por vivir en su residencia, declaró que "aquí viven divinamente, mejor en mi casa que en ningún otro sitio".

(SERVIMEDIA)
14 Ene 1994
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