DUELO DE SONES CUARTELEROS ENTRE LOS SOLDADOS QUE DESFILARON ANTE LAS AUTORIDADES DURANTE EL DIA DELAS FUERZAS ARMADAS
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"Todas las mañanas, cuando me levanto, tengo la pirula más dura que un canto. Y por las noches, cuando yo me acuesto, tengo la pirula más dura que un tiesto". Estos y otros ritmos propios de la instrucción cuartelera fueron coreados esta mañana por los soldados que esperaban su turno para desfilar ante las autoridades en el Día de las Fuerzas Armadas.
A lo largo de la calle Bailén estaban dispuestos un regimiento de la División Acorazada, a contnuación otro de paracaidistas, otro de Regulares, otro de Legionarios, otro de los Cuerpos de Operaciones Especiales y otro de la Guadia Civil.
El protocolo del desfile no había previsto que, a la espera de ponerse en marcha para marcar el paso marcial ante el Rey, Felipe González y el ministro de Defensa, Julián García Vargas, los soldados, en actitud distendida, iban a protagonizar un fondo musical más potente que las marchas que sonaban por la megafonía.
El Tercio de la Legión inició los cántios con su himno "Soy un novio de la muerte", pero probablemente fueron los "boinas verdes" los primeros en abrir fuego con estrofas más socarronas, con las que pretendían demostrar que son un cuerpo más rudo: alusiones a las asombrosas capacidades de los organos genitales de los obispos de Filipinas y de las Baleares, subieron el tono del duelo.
Los paracaidistas no quisieron quedarse atrás, y se arrancaron con un estribillo que decía "para ser un boina negra hace falta tener ganas", a lo que los reguares contestaban con su lema "llegan todos los demás a colocar los cañones, pero son los regulares los que ponen los cojones".
Los legionarios respondían a estas provocaciones coreando un "un, dos, un, dos" a ritmo vertiginoso, con el que ponían de manifiesto la velocidad a la que suelen desfilar, y los acorazados levantaban la voz con un "oe, oe, oe" que reproducía el coro del paso ligero con el que estiran las piernas entre los tanques.
Los suboficiales que dirigían cada una de las formaciones lentaban a sus subordinados a gritar más fuerte que la competencia, y cuando estaban callados, algún borracho les pedía nuevos "bises" o les recordaba estrofas más picantes. Entretanto, los soldados entonaban la garganta con latas de cerveza y cigarrillos ofrecidos por los aficionados que se acercabana ellos.
Los guardias civiles eran los más sosegados, probablemente por la dignidad con que querían recibir los vítores que les dirigía el público desde las vallas municipales que acotaban la calzada, hacéndoles llegar su apoyo en estos momentos en que su ex director general ha puesto en la picota el honor del cuerpo.
(SERVIMEDIA)
28 Mayo 1994
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