Su cuantía se duplicó en los ocho primeros meses del año, como consecuencia de as mayores facilidades para pedir créditos en el extranjero, a raíz de la libre circulación de capitales que entró en vigor el pasado 1 de febrero.

La morosidad supone el 2,71 por ciento de la deuda exterior de España con el extranjero, que en agosto ascendía a 83.273 millones de dólares. El nivel de morosidad ha crecido casi un punto en lo que va de año, ya que a finales del 91 era del 1,9 por cien.

En conjunto, el escalonamiento de la deuda externa permitirá evitar incrementos espectaculares a orto plazo en la morosidad de la deuda externa, ya que sólo la octava parte vencerá en 1993 y casi un tercio tiene vencimiento superior a cinco años.

Fuentes de la patronal CEOE consultadas por Servimedia indicaron que la morosidad exterior responde a las mismas causas que la interior, las situaciones de insolvencias producidas por la crisis económica.

A ello se une que, tras la liberalización de las transacciones con el exterior, empresas medianas y pequeñas han solicitado préstamos a muy corto lazo (de meses), animadas por los diferenciales de tipos de interés, pero luego no han podido amortizarlos.

La situación podría empeorar cuando se conozcan los datos de los últimos meses del año, ya que la devaluación de la peseta afectará muy negativamente a quienes han solicitado estos créditos sin haber contratado simultáneamente un seguro contra las variaciones de los tipos de cambios.

Los principales acreedores extranjeros de España son las entidades financieras, con las que la deuda contraia asciende a 16.946 millones de dólares (1,86 billones de pesetas) y el Banco Europeo de Inversiones, dependiente de la Comunidad Europea.