Carlos, que ha ignorado las dudas que despierta el hecho de que un advenedizo aspire a dirigir el complicado panorama político de la isla, apela a que la pasión popular que aún despierta su antepasado le lleve a la victoria en las elecciones.

"Córcega es mi país, Ajaccio es mi ciudad. Es lógico que quiera quedarme aquí", afirma Carlos, que no parece dar importancia a quienes tachan su candidatura de puro espectáculo. "La mitad de lascalles de esta ciudad llevan mi nombre, eso lo hace aún más lógico", apostilla.

Los candidatos rivales no se toman demasiado en serio la iniciativa de Carlos y casi ninguno apuesta por que la población confíe en él para resolver los problemas de una región que depende en exceso del turismo y precisa urgentemente de la creación de empleo. "Mi notoriedad podría servir a la isla, podría ayudarla a ser más abierta al mundo exterior", esgrime como argumento el descendiente del emperador que hizo temblar a uropa.