Esta fiesta, según portavoces del ayuntamiento del Puig, se viene celebrando "desde hace siglos", razón por la que se rechazó la rohibición de realizarla con animales vivos cursada por la Consellería de Administración Pública del Gobierno autónomo.

La celebración consiste en colgar de balcón a balcón, a una altura de unos tres metros, utensilios de barro en cuyo interior se colocan conejos, ratas de campo, harina y caramelos. Los jóvenes, con los ojos vendados, y armados con palos y trancas, intentan conseguir romper el ingenio para que caiga al suelo su contenido.

"Los conejos quedaban totalmente aturdidos despues de reciir los golpes", según han denunciado miembros de la protectora de animales, para ser sacrificados más tarde y servir de condimento de paellas.

Los defensores de esta fiesta explicaron el uso este año de los conejos por la falta de ratas "que años antes se encontraban con facilidad en los campos de naranjas".

Testigos presenciales de la fiesta popular, celebrada este fin de semana, ha declarado que "pese a la prohibición oficial expresa, ni la Guardia Civil ni la policía impidió que se realizará ete acto".