Por el contrario, miembros del Gobierno y dirigentes y parlamentarios del PP se afanaban en subrayar ante los medios de comunicación el triunfo del presidente sobre un líder de la oposición que, dicen, pierde gas.

Los socialistas recrdaban que, después de lo sucedido en la Asamblea de Madrid, las previsiones que circulaban en los ámbitos políticos y periodísticos apuntaban a un ataque frontal de Aznar ante el que Rodríguez Zapatero debería conformarse con aguantar el tirón.

"Venía a matar y se va como llegó", decía un destacado miembro de la Ejecutiva Socialista en los pasillos, destacando la contundencia del secretario general al denunciar las mentiras de Aznar y meter entre ellas lo sucedido en la Asamblea de Madrid.

Entrelas filas socialistas elogiaban especialmente el reto lanzado por Rodríguez Zapatero a Aznar para que desmintiera desde la tribuna que la cúpula del PP tuviera conocimiento de la trama que ven tras la traición de dos diputados de la Asamblea con la misma solemnidad con la que dijo que había armas de destrucción masiva en Iraq.

Desde el PP decían, sin embargo, que Rodríguez Zapatero no había entrado al cuerpo a cuerpo con Aznar en este asunto, quizá, apuntan algunos, porque era consciente de que tenía ucho que perder.

Lo que desde el PSOE llamaban contundencia de su secretario general lo reducían en el PP a una mera respuesta leida a los ataques de José María Aznar, al que los socialistas vieron "perdido en datos y cifras" y que para los populares demostró de nuevo ser "un peso pesado".

Lo cierto es que muchos tenían la sensación de que la confrontación en este último Debate del Estado de la Nación para Aznar había concluido en tablas.

De hecho, nada más concluir el duelo Aznar-Zapatero s podía ver a diputados del PP preguntando a sus colegas cuál era la "consigna" ante los medios de comunicación. Minutos después, explicaban que Rodríguez Zapatero había estado flojo en la réplica y algunos se extrañaban de que no hubiera intentado ningún golpe de efecto con lo sucedido en la Asamblea de Madrid.

Ese golpe de efecto es lo querían intuir algunos detrás del turno de dúplica desde el escaño que Rodríguez Zapatero pidió después de la réplica y que fue rechazado por la presidenta, Luisa Fernnda Rudi.

Un rato después de que concluyera el cara a cara todos parecían haber encontrado su consigna. Desde el PP destacaban el desequilibrio entre "un peso pesado" y un "peso ligero", cuyo liderazgo empieza a ser cuestionado dentro y fuera de su partido, y desde el PSOE celebraban el último debate de un presidente al que ven "mentiroso, chulo y prepotente".

Argumentos había para los dos lados. Desde el PSOE contaban también que el presidente del partido y de la Junta de Andalucía, Manuel Chave, se apresuró a telefonear a algunos diputados de su comunidad para expresar su agrado por la intervención de Rodríguez Zapatero, algo que también hacían por los pasillos algunos conocidos parlamentarios del entorno de Felipe González y el propio Alfonso Guerra.