Mientras dos grupos de ecologistas distraín a los agentes de seguridad del complejo químico encadenándose a las puertas del recinto, cuatro miembros de Greenpeace saltaron la valla trasera, escalaron los 30 metros de la chimenea y se colgaron del tapón para evitar que fuera retirado.

Según Greenpeace, con esta acción pretenden evitar la futura emisión de sustancias cloradas tóxicas, entre ellas las dioxinas, que son cancerígenas y pueden dañar los sistemas reproductor, nervioso, endocrino e inmunitario.

IMPACTO AMBIENTAL

Los ecologista apoyan sus tesis en el estudio de impacto ambiental realizado por la propia empresa Solvay, según el cual más de 975.000 personas de 42 localidades cercanas a Martorell estarán expuestas a estas emisiones.

Además, sostienen que la producción y la incineración de policloruro de vinilo (PVC) pretendida por Solvay, cuyo uso en ciertos sectores está prohibido en varios países, como Austria y Suiza, afecta gravemente a los trabajadores de la planta.

Aunque, según Greenpeace, el balance anual de Solva reconoce que la empresa pierde dinero con la fabricación de PVC, la multinacional "mantiene sus sectores industriales más contaminantes en el sur de Europa, donde las regulaciones ambientales no son tan estrictas o, al menos, no se obliga a las empresas a cumplirlas".

Solvay es el primer productor europeo de cloro y uno de los mayores productores de PVC, plástico clorado que se utiliza principalmente en envases y embalajes (las ya clásicas bandejas blancas de las grandes superficies) y como material e construcción.