Los hechos ocurrieron el 29 de mayo de 1990 en la localidad almonteña, cuando se originó una reyerta entre Dolores Periáñez, que llevaba una navaja, y su vecina María Josefa Pérez Abad, que portaba un cuchillo de cocina.

mbas mujeres, enemistadas desde hacía tiempo, se cruzaron palabras y expresiones insultantes en el umbral de la puerta de la condenada y se agredieron mutuamente, causando la procesada lesiones a su oponente.

En ese instante acudió Juan Manuel Jiménez, que al observar lo sucedido cogió un palo y un hacha, momento en el que apareció con otro palo el marido de María Josefa Pérez, Alfonso Gil Pérez, originándose una nueva pelea entre las dos familias, que se propinaron abundantes golpes.

El ánimo dematar se considera probado en la sentencia, puesto que "existe una situación de pelea, una persecución de la víctima y se utilizan instrumentos peligrosos en sí y con desproporcionada brutalidad".

La sentencia mantiene que en ambos delitos no concurrieron circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal, por lo que desestima la legítima defensa y la atenuante de arrebato y obcecación, circunstancias defendidas por el abogado de los dos procesados.