Terry Hamblin, uno de los miembros del equipo que continuará las pruebas en más de 70 pacientes en las próximas doce semanas, ha explicado que se trata de un tratamiento portador de ADN y que es el primero de su clase. La vacuna está compuesta por material genético de células cancerígenas combinadas con partes inocuas de una toxina.

La teoría en la que se basa consiste en que si se estimula el sistema inmunológico por la presencia de la toxina y se actúa contra ella, se pueden destruir, al mismo tiempo, las células cancerígenas.

Aunque hasta el momento, esta vacuna sólo se probará en pacientes con cáncer de linfoma, el tratamiento también podría adaptarse para otros tipos, como el cáncer de mama, de colon, de ovarios y de próstata.