A juicio de Ibáñez, la medida tendrá una incidencia muy pequeña para reducir la agresivdad de estos animales porque sólo afectará a los machos en los que la apetencia sexual dispare su actitud violenta o a las hembras que hayan parido recientemente.

No obstante, precisó que aunque se castre a un animal, si el resto de los problemas que producen esa agresividad los ha aprendido, por "mucho que se le castre al perro no se evitarán los ataques".

"Desde un punto de vista técnico de comportamiento, la medida no es útil para nada, pero, desde un punto de vista social, por lo menos está iiciativa puede rebajar la incidencia de los problemas de agresividad en los animales. En el fondo lleva un engaño técnico que los que proponen la medida no explican", subrayó Ibáñez.

La teoría que manejan los expertos es que la castración disminuye la agresividad en aquellos animales que son agresivos por una influencia exclusivamente hormonal, motivada por competencia o por rivalidad sexual, situación que se da en muy pocos casos.

Los perros machos no se vuelven agresivos sino que forma parte desu comportamiento reproductivo competir por las hembras. En estos casos, el animal vencedor en una pelea transmite genéticamente su poderío físico a su descendencia y este problema se paliaría si estuvieran castrados, según Ibañez.

Además, esta apetencia sexual incrementa el nivel de ansiedad del can y los otros problemas que provocan la agresividad del animal se exacerban, por lo que el riesgo de ataque a un ser humano es mayor.

Por lo que se refiere a las hembras, éstas también pueden ser peligosas cuando han parido porque tienen que cuidar de sus hembras y, en esos casos, existe una defensa natural y manifiestan agresividad maternal. Esta es otra de las situaciones en las que también tiene una influencia paliativa la castración.