Los hechos ocurrieron a las 6 de la mañana del 2 de abril de 1998, cuando el guardia civil Juan José C.R. se presentó en el Cuartel de la Salve (Bilbao) y, tras golpear el cristal de la garita de control, pidió al centinela autorización para aparcar su coche dentro del recinto militar

Sin embargo, el centinela le explicó que debía esperar a que llegase su relevo, pues su turno había acabado a las 6 de la mañana, a lo que Juan José C.R. respondió que no se iba a estar mojando (ese día llovía) "porque al guardia de control le saliera de los cojones" y le dijo que se fuera "a tomar por el culo", tras lo cual aparcó dentro del cuartel.

Acto seguido, el centinela se presentó con su relevo en el aparcamiento y ordenó dos veces a Juan José C.R. que retirase el coche. Ante su negativ, procedió a anotar los hechos en la papeleta de servicio. Al observarlo, el agente de la Benemérita le dijo que si tenía algún problema, que avisase al capitán, al teniente, al brigada o al cabo que se encontraba en la camareta y se marchó.

Para la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo, no hay duda de que los hechos descritos son constitutivos de un delito consumado de desobediencia a órdenes de un centinela, por lo que confirma la prisión de tres meses y un día que el Tribunal Militar Territorial uarto impuso a Juan José C.R.

El guardia civil sancionado había recurrido la sentencia alegando que el agente a quien hizo caso omiso no era un centinela.

Sin embargo, el Supremo señala que, según se desprende de los hechos, el guardia civil a quien Juan José C.R. desobedeció tenía encomendadas las funciones de control de identificación y acceso propias de un centinela, así como la de guardar un puesto bajo su responsabilidad.